Veo en la arena, a la orilla del mar a unos niños jugar: corren, luchan, gritan; generan en mi la impresión de que su percepción de la realidad es transparente… no saben más de lo que necesitan, pero usan todo lo que saben y sin embargo, solo están ahí.
‘Plenitud’… es la palabra que me viene a la mente, para ellos no hubo antes ni después, seres vivos en pleno ejercicio de su vitalidad.
Frente a ellos, en dirección opuesta al mar, un grupo de palmeras enmarca una pequeña pared de ladrillos rojos, esta me permite la vista al interior de la construcción: algunas mesas con fichas de dominó, sillas, una hamaca extendida, botellas de cerveza, platos con botana, una rockola que alguna vez y de nuevo toca ritmos cadenciosos y alegres: “tambora sinaloense”, en contrapunto a los rostros tristes y desgastados de los ocupantes del lugar.
Encuentro hombres sentados, supongo los clientes, me parece que solo quieren que el tiempo se vaya, pero este parece haberse estacionado junto al calor, ¿habrá escapado su mente del lugar?, quizá sueñan con ser tripulantes en uno de los barcos que se ven el horizonte, ó ¿con los tripulantes?, o quizá ya lo fueron y esta vez no han sido seleccionados, ¿podrían haber olvidado que hay un mundo más allá?.
Al poner la atención en estos hombres y ‘sus’ mujeres me percato que son los mismos niños que minutos antes se encontraban en la playa, pero su cara a cambiado, se a vuelto gruesa, la piel curtida por el sol y la sal de mar; pero, ¿por qué fue así?... ¿por qué no habría de ser así?, si siempre lo ha sido, el ciclo generación tras generación, lo mismo para mis abuelos que para mis nietos.
¿Acaso una ley universal que nos impide escapar y obliga ser parte de las imágenes de una película que se repite constantemente hasta los límites de la marginación y el olvido más insoportable?.
No quiero ser personaje de esta historia, ver como pasan los años de mi vida sentado en esas mesas, huyo; "que iluso"... ya soy parte de esa historia, su visión me ha marcado y mi manera de pensar, sentir, imaginar, percibir la realidad es resultado de ella.
‘Melancolia" … es la palabra que me viene a la mente; ahí nací y ahí morirán, ellos decidieron quedarse y yo los sigo viendo en mi cotidianidad. He escogido la trinchera del arte escénico y lo menos que puedo hacer es hablar de los que se quedaron en la playa, propios y ajenos, al final todos mi Mazatlán.
‘Plenitud’… es la palabra que me viene a la mente, para ellos no hubo antes ni después, seres vivos en pleno ejercicio de su vitalidad.
Frente a ellos, en dirección opuesta al mar, un grupo de palmeras enmarca una pequeña pared de ladrillos rojos, esta me permite la vista al interior de la construcción: algunas mesas con fichas de dominó, sillas, una hamaca extendida, botellas de cerveza, platos con botana, una rockola que alguna vez y de nuevo toca ritmos cadenciosos y alegres: “tambora sinaloense”, en contrapunto a los rostros tristes y desgastados de los ocupantes del lugar.
Encuentro hombres sentados, supongo los clientes, me parece que solo quieren que el tiempo se vaya, pero este parece haberse estacionado junto al calor, ¿habrá escapado su mente del lugar?, quizá sueñan con ser tripulantes en uno de los barcos que se ven el horizonte, ó ¿con los tripulantes?, o quizá ya lo fueron y esta vez no han sido seleccionados, ¿podrían haber olvidado que hay un mundo más allá?.
Al poner la atención en estos hombres y ‘sus’ mujeres me percato que son los mismos niños que minutos antes se encontraban en la playa, pero su cara a cambiado, se a vuelto gruesa, la piel curtida por el sol y la sal de mar; pero, ¿por qué fue así?... ¿por qué no habría de ser así?, si siempre lo ha sido, el ciclo generación tras generación, lo mismo para mis abuelos que para mis nietos.
¿Acaso una ley universal que nos impide escapar y obliga ser parte de las imágenes de una película que se repite constantemente hasta los límites de la marginación y el olvido más insoportable?.
No quiero ser personaje de esta historia, ver como pasan los años de mi vida sentado en esas mesas, huyo; "que iluso"... ya soy parte de esa historia, su visión me ha marcado y mi manera de pensar, sentir, imaginar, percibir la realidad es resultado de ella.
‘Melancolia" … es la palabra que me viene a la mente; ahí nací y ahí morirán, ellos decidieron quedarse y yo los sigo viendo en mi cotidianidad. He escogido la trinchera del arte escénico y lo menos que puedo hacer es hablar de los que se quedaron en la playa, propios y ajenos, al final todos mi Mazatlán.
¡Hablemos pues de ellos!...