martes, 3 de febrero de 2009

voluntad consciente?... (identidad, parte 1)

“La voluntad consciente, ejercida para realización de objetivos específicos y comprensibles, es suficientemente fuerte para traer el conflicto a un punto de crisis.” [1]

¿Cuenta el ser humano con una voluntad consciente de manera inherente?, ó ¿debe de trabajar para obtenerla?, en caso de tener que trabajar, ¿cuáles son los caminos para llegar a ella?, ¿es un trabajo duro?, ó simplemente se da. ¿Es un trabajo interno o externo?.

Presuponiendo su existencia, ¿cómo influye esta voluntad en las relaciones del ser humano?. Relaciones de seres conscientes con consientes, de seres inconscientes con inconscientes y las derivadas del cruzar los opuestos. Opuestos como grados absolutos de la dicotomía tesis-antítesis, pero ¿cuántos grados encontramos entre uno y otro?.

Encuéntrese pues el fenómeno de un choque de intereses –para no llamarlo voluntad, pues podemos dudar de ella- de dos o más seres humanos en una relación derivada de y en una estructura, ¿cómo se resuelve dicho choque?, ¿cuáles son los procesos mentales y mecanismos que intervienen en la resolución de la situación?, a saber...

Se encuentran en el medio inmediato decenas de seres humanos; quizá cientos, si se amplia el campo de observación a nivel de las instituciones de contacto frecuente; llegando a miles en los sectores eventuales; de seguir ampliando el especto aumentarían exponencialmente la cifra de personas que pueden mencionarse como parte de las estructuras en las que el ser humano se desenvuelve diariamente.

Derivado de la concurrencia de los seres humanos en el tiempo-espacio y en función de los objetivos e intereses que son el motor de las actividades que este lleva a cabo, se dan como resultado una serie de relaciones, que pueden pertenecer al ámbito académico, laboral, afectivo, deportivo, espiritual, por mencionar solo algunos.

¿Podría un ser humano sobrevivir en el aislamiento, sin contacto alguno con similares?; considérese para responder la pregunta anterior un modelo hipotético en el cual el ser humano podría tener cualquier edad; ya sea el recién nacido, que nunca haya tenido contacto con otros seres, mas que el presentado por el cordón umbilical hacia su madre; o quizá aquel hombre desarrollado en sus capacidades físicas e intelectuales para ser aislado en alguna tierra lejana y solitaria donde no le faltara nada para satisfacer sus necesidades primarias y con las condiciones ambientales adecuadas para el desarrollo biológico.

¿Acaso necesitamos unirnos con el “otro”?, ¿no solo físicamente, sino también emocional y espiritualmente?, ¿se podría presuponer entoneces que este anhelo está inscrito por nuestro código genético?.

¿Podemos tomar lo anterior para considerar al hombre como una ser social?, no solamente por genética –pues se cree que ya viene integrada esta característica en sus centros instintivo, emocional e intelectual- , sino como respuesta a un medio en el cual –un buen día- ya se encuentra inmerso, cumpliendo con una serie de roles específicos que de alguna u otra manera le fueron asignados y en donde tiene que relacionarse de una manera funcional con otros seres que a su vez cuentan con roles específicos.

(continua parte 2...)

[1] LAWSON, John Howard. “Teoría y técnica de la dramaturgia.” Editorial Arte y Literatura, La Habana, Cuba, 1976. 461 páginas, Pág. 278.