“¡Ah!, que bueno que te guste eso del… arte escénico, pero ¿en que más vas a trabajar?..., sí, entiendo que seas muy profesional, pero… ¿eso es una profesión? (…)”
Recuerdo que entre los fenómenos que más entorpecían mi vista al mar -que a finales de los noventas podía gozar- desde la ventana del salón 04 en la universidad era la mención de la “dicotomía”, la “dicotomía oferta-demanda” para ser preciso; podría decir que las clases de economía con el maestro Aguayo -a la hora en que el sol más aprieta- son mi referente más cercano o por lo menos mas presente a relacionar con dicha frase.
Decía el maestro que la misma implicaba la separación en dos partes de un fenómeno o cosa y remataba diciendo -ahora tengo la certeza de que no son sus palabras- que el término considera exclusión entre las partes y si bien en su momento no tuve mayor empacho en tomarlo como una verdad o por lo menos “como respuesta segura de examen”, poco después -orgullosamente recién graduado de la licenciatura en boga- al saberme inmerso en algo llamado mercado laboral me angustiaba el presuponer ofertas sin demanda o demandas sin oferta, honestamente mas la primera que la segunda, aunque maldecí a la segunda por dar origen a la primera, por lo menos en relación a la oferta académica de dicho lugar.
Decía el maestro que la misma implicaba la separación en dos partes de un fenómeno o cosa y remataba diciendo -ahora tengo la certeza de que no son sus palabras- que el término considera exclusión entre las partes y si bien en su momento no tuve mayor empacho en tomarlo como una verdad o por lo menos “como respuesta segura de examen”, poco después -orgullosamente recién graduado de la licenciatura en boga- al saberme inmerso en algo llamado mercado laboral me angustiaba el presuponer ofertas sin demanda o demandas sin oferta, honestamente mas la primera que la segunda, aunque maldecí a la segunda por dar origen a la primera, por lo menos en relación a la oferta académica de dicho lugar.
“(…) cuatro años!, ¡nivel licenciatura!, y… ¿dónde dices que piensas trabajar?, ¿compañía independiente de que?, y ellos, o ustedes, ¿cuándo se presentan?..., pero… ¿teatro que?, ¿dónde es eso? (…)”
En aquellos años logré reducir el nivel de incertidumbre observando como aquella “separación dicotómica” era una “relación dicotómica”, y eso de la exclusión era más bien una cuestión melodramática del uso de las palabras, pues cabe señalar que para la fecha ya sabía de algunos otros tortuosos romances dicotómicos como: “sociedad civil-estado”, “obrero-patronal” y algunos otros más agradables como “hombre-mujer”, “romeo-julieta” y claro, sin dejar pasar “huevo-gallina”.
Para reducir aquella incertidumbre no obtuve muchas respuestas en mi terapeuta, al final ¿que sabía él del fenómeno del “desempleo”?; sino fue por medio de un heraldo salvador que vislumbré una luz… “vasos medio llenos y vasos medio vacíos”, el vaso por mas que lo vaciaran mantendría imperceptibles “rastros de humedad”, me convencí que esa “separación” solo era posible al centrar la atención en los atributos independientes de las “partes”, pero estas solo justificaban su existencia dentro del “todo” por medio de sus interrelaciones. (continua parte 2...)
Para reducir aquella incertidumbre no obtuve muchas respuestas en mi terapeuta, al final ¿que sabía él del fenómeno del “desempleo”?; sino fue por medio de un heraldo salvador que vislumbré una luz… “vasos medio llenos y vasos medio vacíos”, el vaso por mas que lo vaciaran mantendría imperceptibles “rastros de humedad”, me convencí que esa “separación” solo era posible al centrar la atención en los atributos independientes de las “partes”, pero estas solo justificaban su existencia dentro del “todo” por medio de sus interrelaciones. (continua parte 2...)
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